Elegí este texto lírico, perteneciente a sus Odas Funambulescas, porque encuentro en su hondura, más allá de su evidente belleza,
una más amplia comprensión de la trama oculta donde se conjugan tradiciones, renovaciones y creaciones del porvenir.
He transcripto sólo las tres últimas estrofas del poema -podrán hallar el texto completo en los sitios dedicados al autor- : en estas sextinas octosílabas del original se advierte el uso de comillas: ellas marcan dentro de las doce estrofas totales, la inserción de un parlamento en la voz del personaje protagónico de esta verdadera escena dramática: el clown, quien se dirige al tú lírico: su trampolín. A este tú amoroso, con quien comparte la devoción hacia su arte, le formula un ruego trascendente que coincide con el desarrollo de su actuación artística: el salto perfecto, el salto absoluto. Pero ese impulso erótico del artista creador, pues el clown es un artista, implica la paradoja de la muerte. Llegan a mi mente las imágenes de Edgar Poe, revelado por Baudelaire a los franceses como «príncipe de los poetas»; el concepto hugoliano del grotesco, en el que lo feo debe unirse a lo bello para aspirar a lo absoluto. Y aparece «El artista del hambre» kafkiano. Y la risa como mueca trágica o absurda. Imágenes de un futuro posterior a Théodore de Banville, pero a cuya inminencia él contribuyó. El tema es rico y complejo. Continuará.
Dra. Berta Kleingut de Abner
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